
Verónica: ¡Hola! Por favor, lee el siguiente texto que es una selección del artículo escrito por George M. Blanco en colaboración con Victoria M. Contreras y Judith A. Márquez titulado “Español para el hispanohablante”. Después de leerlo me puedes comentar, en el chat, qué piensas acerca del texto.
¿Es diferente la enseñanza del español para el hispanohablante que para el anglohablante?
Las diferencias son muchas y enormes. Se debe enfatizar desde un principio que el hispanohablante no está en el proceso de aprender el español como idioma extranjero. La comparación sería como si dijéramos que el anglohablante en la clase de inglés está aprendiendo su lengua materna como segundo idioma (ESL). Aún desde el principio de sus estudios, las necesidades del hispanohablante en la clase de español son muy distintas a las de su compañero anglohablante, por ejemplo:
- El anglohablante sólo se puede comunicar con palabras aisladas y frases aprendidas de memoria. El hispanohablante normalmente domina un amplio vocabulario que usa en construcciones sintácticas desde la muy sencilla hasta la más compleja.
- Es raro el anglohablante que tenga un fuerte dominio fonológico al principio de sus estudios. El nativo, por otra parte, no necesita ejercicios de pronunciación, porque ya domina el sistema fonológico.
- En términos morfosintácticos, el sistema verbal presenta grandes dificultades para el anglohablante. El hispanohablante, al contrario, tiene acceso a la gran parte de las formas verbales y a su uso para expresarse debidamente.
Entonces, ¿qué debo hacer para enseñar al hispanohablante?
Lo primordial es desarrollar una actitud positiva en lo que se refiere al español de los estudiantes. Por lo tanto, la clase de español no debe tener como meta el reemplazo del lenguaje del estudiante por la versión académica. Se trata de expandir, no de reemplazar. Las dos variantes pueden, y deben, coexistir y usarse según las circunstancias en que se encuentre el individuo.
¿Cómo difiere esta posición a la tradicional?
Filosóficamente hay una gran diferencia en dos aspectos principales:
- La corrección del lenguaje del alumno. Primero, tenemos que recordar lo que se mencionó anteriormente – todo dialecto tiene su valor y cada uno consiste en un sistema lingüístico completo; cada quien tiene que decidir por sí mismo si desea cambiar su habla. Segundo, la mayoría de nuestros alumnos cursan dos—tal vez tres o cuatro—escasos años de estudio de la lengua y este tiempo se puede aprovechar mucho mejor en actividades que motiven al estudiante. Sabemos que la corrección constante no da buenos resultados; al contrario, aleja al estudiante de la meta principal: crear confianza en sí mismo como hispanohablante.
- El aprendizaje de la gramática. Muchas clases se dedican a enfatizar la gramática –aprendizaje de la nomenclatura, hacer análisis gramaticales, conjugar verbos, etc.- como el elemento organizador del estudio de la lengua. La gramática no debe ser la meta del curso, sino debe usarse para explicar y esclarecer dudas de la lengua, siempre y cuando el estudiante necesite semejante información.
Si no debo enfocarme en la gramática y en corregir a los estudiantes, ¿qué es lo que debo hacer, precisamente?
La recomendación principal para el maestro es la siguiente: Reconocer el español del estudiante comoalgo positivo, en vez de algo que se debe anular por completo. De ahí, se recomienda estructurar los cursos de manera que se exponga al estudiante diariamente al español en forma oral y escrita de manera que el enfoque primordial sea el contenido, las ideas, la información. Al estar en contacto con el idioma, el estudiante va viendo elementos lingüísticos que reconoce, así afianzando y confirmando su dominio existente. A la vez, va aprendiendo palabras y expresiones, formas verbales y estructuras sintácticas que tal vez le sean nuevas.
A mí me ayudó mucho el estudio de la gramática en la universidad. ¿Por qué no hacer lo mismo con mis estudiantes?
Esta pregunta es muy común entre los maestros de español. Generalmente, los que estudiamos idiomas lo hacemos por nuestra propia inclinación hacia el estudio de la lengua, la literatura y la cultura. Nosotros ya teníamos este interés y tal vez se haya desarrollado aún más durante la carrera universitaria. En efecto, como se indicó anteriormente, por dicho interés y motivación, muchos hemos cambiado nuestra propia habla ajustándola a lo que nos rodeaba académicamente. Tenemos que examinar el asunto de nuestros estudiantes de manera realista. La gran mayoría de ellos, al contrario, no elegirán el magisterio—y sobre todo el español—como su carrera preferida. En los dos, tres o cuatro años que normalmente estudian español, sería mucho más preferido motivarlos a gozar y a enorgullecerse de su dominio de la lengua, a expandir sus habilidades en la lectoescritura de manera que sigan su contacto con el español a lo largo de la vida.